El voleybol es un deporte muy dinámico en el que la fuerza rápida, en particular la explosiva, es de suma importancia. En la actualidad los partidos se juegan a ritmos elevadísimos. La prestación física de los atletas ha crecido sensiblemente, no sólo por los parámetros relativos a las propriedades musculares, sino también por lo que se refieren a la estatura media de los jugadores. La rápidez del gesto técnico no se limita a las extremidades inferiores, como en el esquí, sino que también participan las extremidades superiores, en particular en los remates. Es importante una elevada coordinación neuromuscular y la capacidad acrobática imprescindible en el voleo y en el salto. En cambio, no son determinantes las características orgánicas de tipo aeróbico, por lo que la tarjeta insiste más en en la fuerza de las extremidades superiores e inferiores. Además de la electroestimulación, el entrenamiento típico de un voleybolista consiste en el desarrollo dinámico de la fuerza a través de ejercicios de saltos con o sin pesas, carreras cortas, plimetría, y actividad para las extremidades superiores como lanzamientos, giros con pesas y uso del balancín. La electroestimulación posibilita el trabajo selectivo de los músculos de la columna que ayudan al movimiento del brazo en el remate. El entrenamiento adecuado garantizará la velocidad del movimiento. Estos atletas, al igual que los saltadores y los clavadistas y en menor medida los esquiadores, son los que en la prueba de Bosco ofrecen el mejor rendimiento: signo evidente del elevado índice de correlación entre test de potencia y especificidad del gesto técnico. El voleybol no es un deporte de contacto físico por lo que son menos frecuentes las fracturas. En cambio, es elevado el número de casos con inflamación en los tendones y con dolores articulares. Las patologías son las distensiones del tobillo y de la rodilla, la tendinitis de la rótula, y los síndromes dolorosos de la espalda, el codo y la mano. Los programas analgésicos de las TENS, intervienen en estos casos.